miércoles, 8 de abril de 2015

Un instante, solo un instante, un cuarto de segundo, medio segundo, unos segundos tan solo. Es lo que nos separa, casi sin poder reparar en ello, de una situación a otra. Vivir supone sumar instantes, medios segundos, segundos de vida, de miradas, de tactos, sonidos, voces. Vivir es eso. Acumular, uno tras otro, instantes de vida. Poderosos cada uno de ellos. Llenos de vida, uno tras otro. Cada mirada, cada acción, cada gesto producido o sentido. Cada palabra, cada silencio, cada acto de atención. Una sonrisa, un susto, una sorpresa, una tristeza, una alegría, un sueño. Una ilusión, una decepción. Todas se inician en un instante. En ese instante en que toma forma la experiencia, en forma de lo que sea. Propia o extraña. Todo se gesta, y, a veces, vive, en un instante, más o menos largo. Pero escaso. Lo que viene a partir de ahí son las consecuencias. Lo previo, ya pasó. Ayudó, pero pasó. En un instante, ese en concreto, la idea ya está, ha prendido. Lo que ha pasado, ha pasado, en un instante. Solo ahí, en esa porción brevísima de tiempo. Y deja, a partir de esa breve secuencia de segundos, todo un mundo por descubrir. Pero que es posible, solo  gracias a ese instante de lucidez. O de vida. O de fatalidad. Segundo. Segundos, solo momentos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario